1. Eres muy poco específico con tus objetivos
Cuando eres muy poco específico con un objetivo (por ejemplo, "Quiero escribir más seguido"), el cerebro debe tomar muchas decisiones. ("¿Qué significa 'más seguido'?" "¿Cuándo debería escribir?") Para cuando tu cerebro encuentra las respuestas a esas preguntas, ya está muy cansado. De repente, descansar en el sofá con una bolsa de patatas fritas viendo programas viejos en Netflix es una idea mucho más atractiva que trabajar en tu novela.
Solución: crear un plan de acción
Una mejor manera de abordar un objetivo es escribir tu plan de acción, en el cual puedes especificar día, hora y lugar para poner en práctica la conducta deseada. Por ejemplo, "De lunes a viernes, desde las 5:30 de la mañana, trabajaré en mi novela durante treinta minutos en la mesa de la cocina". En una simple oración, le dijiste a tu cerebro dónde, cuándo y qué hacer, descartando cualquier toma de decisiones innecesaria. La ciencia demostró que sí funciona. En un estudio realizado en el Reino Unido, se evaluó cómo la elaboración de un plan de acción afectó la motivación y la conducta de los participantes para hacer ejercicio, a diferencia de aprender sobre los beneficios de ejercitarse. Se descubrió que ambos grupos de intervención estaban igual de motivados para hacer ejercicio, pero en el grupo que elaboró un plan de acción (especificando cuándo y dónde lo harían), además de aprender sobre los beneficios, eran mucho más propensos a cumplir con el objetivo.
2. Dejaste obstáculos en tu camino
Recuerda que el cerebro quiere ayudarte a sobrevivir, lo que significa que quiere conservar energía. Así que si tu nuevo hábito requiere energía extra, es menos probable que lo incorpores por completo en tu vida. Por ejemplo, puedes decidir crear un boceto de un nuevo logotipo todos los días para mejorar tus habilidades de diseño gráfico. Pero si tu cuaderno de bocetos está en un estante alto dentro de tu armario y tus lápices están escondidos dentro de un cajón, creaste obstáculos que debes superar sin siquiera haber empezado a practicar el hábito.
Solución: eliminar la fricción siempre que sea posible
Prepara tu entorno: James Clear, autor y experto en productividad, recomienda preparar el entorno para hacer que los hábitos futuros sean más fáciles de practicar. Coloca señales en lugares obvios para dar pie a la conducta deseada. Por ejemplo, coloca el cuaderno de bocetos y tus lápices dentro de tu bolso para que los materiales estén siempre a mano. Así no habrá forma de que no los veas cada vez que busques algo en el bolso.
Automatiza: reduce la cantidad de energía necesaria automatizando todo lo que puedas. Por ejemplo, puedes configurar notificaciones en tu teléfono para recordarte que debes comenzar a hacer bocetos o puedes recibir notificaciones por correo electrónico todos los días.
3. Estás demasiado concentrado en el resultado
Los resultados son importantes; te ayudan a saber cuándo alcanzaste tu objetivo. Pero si solo te enfocas en los resultados, el cerebro no obtendrá las recompensas inmediatas que anhela. Por ejemplo, si describes tu objetivo como "Quiero ascender a un puesto de ingeniero sénior", surgen dos problemas:
Solución: replantea el objetivo de resultados como un objetivo de aprendizaje
Los objetivos de resultados se concentran en el resultado final, mientras que los objetivos de aprendizaje se concentran en la habilidad que se puede obtener sobre la marcha.
Los objetivos de aprendizaje pueden ayudarte a garantizar que disfrutarás el recorrido, incluso si no logras el resultado. En un estudio realizado en una universidad canadiense, se descubrió que, cuando los estudiantes de maestría en administración establecieron objetivos de aprendizaje (como encontrar maneras de hacer contactos o comprender diferentes puntos de vista), terminaron más satisfechos con el programa de la maestría que aquellos que habían establecido objetivos de resultados (como alcanzar un promedio de notas o un sueldo específicos).
Así que en lugar de decir, "Quiero conseguir un ascenso", plantéalo como "Quiero dominar JavaScript, mejorar mis habilidades de liderazgo y aprender todo lo que pueda de mi mentor cada semana". Esto no solo le dará a tu cerebro la descarga de dopamina que acompaña a las pequeñas victorias, sino que también te ayudará a concentrarte en lo que puedes controlar.
4. Dependes demasiado de tu fuerza de voluntad
Resistir la tentación es meritorio, pero pocos podemos resistirnos siempre a un constante torrente de distracciones. En vez de depender de la fuerza de voluntad, ¿qué pasaría si no la necesitaras? Según James Clear en su bestseller Atomic Habits, "Las personas 'disciplinadas' tienen mayor facilidad para organizar sus vidas de una manera que no requieren muchísima fuerza de voluntad y autocontrol". "En otras palabras, pasan menos tiempo en situaciones tentadoras".
Solución: hacer un pacto de Ulises
Llamado así por el héroe de la Odisea de Homero (quien hizo que sus hombres lo ataran al mástil del barco para que pudiera pasar por un lugar lleno de sirenas mortales sin ser atraído por su canción), un pacto de Ulises te ata a una conducta futura, ayudándote a resistir la tentación. Por ejemplo, tengo una amiga que coloca su iPhone en una caja de seguridad de la cocina, que no se desbloquea hasta que el temporizador llega a cero, para poder hacer su trabajo.
En vez de depender de la fuerza de voluntad, ella hace un pacto de Ulises consigo misma (también conocido como dispositivo de compromiso), al guardar la tentación en un lugar donde no pueda acceder a ella físicamente durante varias horas. Hice algo similar con un grupo del que realmente deseaba participar. Sabía que en el futuro podría sentirme tentado a no asistir a las reuniones de vez en cuando porque se hacían por la noche y podría estar demasiado cansado. Así que hice un pacto de Ulises conmigo mismo, y me comprometí a ser el líder del grupo.
¡Eso me ató las manos, porque no podía saltarme una reunión que estaba dirigiendo! ¿Saben qué? Terminé yendo a todas las reuniones. Cuando no usaba un dispositivo de compromiso, mi asistencia era nula.
5. Valoras demasiado las emociones
Cuando eres consistente, aburrirse es inevitable. Tienes un cerebro diseñado para disfrutar de lo nuevo, ¿recuerdas? Hacer lo mismo una y otra vez (aunque sea esencial para el éxito), se contrapone a la tendencia del cerebro a buscar recompensas.
Incluso los profesionales tienen días en los que no tienen ganas de practicar. Steph Curry describió los tres meses en los que pasó horas al día perfeccionando su tiro como "el peor verano de mi vida". Imagínate si un joven Curry, agotado y frustrado después de repetir el mismo movimiento mil veces, hubiera dicho: "¿Sabes qué? Tal vez esto significa que no estoy hecho para esto". Los aficionados al baloncesto nunca habrían visto al dos veces Jugador Más Valioso que conocen y aman hoy en día.
Así que grábate esto en la mente: los sentimientos como el aburrimiento, la frustración, e incluso la desesperación no necesariamente significan que algo esté mal con tu objetivo. No quieren decir que no tienes lo necesario. Solo indican que quizá necesites un descanso o que puede ser el momento de darle a tu cerebro la descarga de dopamina que anhela. Esta es la manera de hacerlo.
Solución: dale vida a tu rutina haciéndola más variada
Por suerte, la consistencia y la variedad pueden coexistir y ayudar a evitar el aburrimiento. Aquí hay algunos ejemplos para incluir variedad en las tareas rutinarias:
Como puedes ver, hay muchas maneras de hacer la vida interesante y ser consistente al mismo tiempo. Los dos factores no tienen por qué ser mutuamente excluyentes.
Mantén la calma y la constancia
Fuera de temporada, Steph Curry hace quinientos tiros por día. No se convirtió en una superestrella de la NBA lanzando un tiro ganador en uno o dos partidos, ni practicando solo durante la temporada de baloncesto.
El chico de Carolina del Norte (que los entrenadores creían que era demasiado pequeño, demasiado débil y muy poco convencional para llegar a las grandes ligas) no habría alcanzado, ni mantenido el éxito sin poner en práctica conductas alineadas con los objetivos día tras día. Es posible que nunca logres un tiro de tres puntos o pongas un pie en una cancha de baloncesto, pero el mismo principio es válido para ti: a pesar de tus genes, educación o suerte, la consistencia gana por sobre todas las cosas.
Así que en lugar de decir, "Quiero conseguir un ascenso", plantéalo como "Quiero dominar JavaScript, mejorar mis habilidades de liderazgo y aprender todo lo que pueda de mi mentor cada semana". Esto no solo le dará a tu cerebro la descarga de dopamina que acompaña a las pequeñas victorias, sino que también te ayudará a concentrarte en lo que puedes controlar.
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