Las carreras profesionales son largas y, antes o después, te encontrarás con escenarios problemáticos para los que no estarás lo suficientemente preparado. Y esto también afecta a las entrevistas de trabajo. Por mucho que te hayas esforzado en preparar tu entrevista, siempre puede haber algo durante el encuentro que no salga como esperabas. De todos los problemas que pueden surgir durante una entrevista, hay algunos escenarios que son más comunes y que puedes anticipar:
Es un clásico: estabas preparado para mostrar confianza durante la entrevista, pero la presión por causar una buena impresión y lograr que el encuentro salga perfecto puede provocar que termines perdiendo el control. Los nervios pueden llevarte a balbucear, responder a algo distinto de lo que te han preguntado o dar muestras visibles de que estás excesivamente nervioso.
Esto es algo que se puede trabajar, incluso antes de la entrevista. Recuérdate a ti mismo que la naturalidad y la capacidad de afrontar los momentos importantes con calma son atributos deseables para cualquier empresa del mundo. Si pese a ello, en el momento de la entrevista acabas siendo víctima del nerviosismo hasta el punto que afecta a la calidad de tus respuestas, es hora de que actúes. Antes de que sea demasiado tarde. Sé franco con tu entrevistador (que estará seguramente acostumbrado a los candidatos nerviosos) y coméntale que el puesto te ilusiona mucho y estás algo nervioso.
En la mayoría de ocasiones empatizará contigo y tratará de ayudarte a que te tranquilices. También es bueno que conozca tu estado por si algunas de tus respuestas anteriores no han sido óptimas.
Bebe agua si es posible, respira hondo y adopta una postura cómoda antes de continuar con la entrevista. En un estado de nerviosismo, lo ideal es que medites las respuestas durante unos segundos y respondas a las preguntas de forma calmada.
Si ante una de tus respuestas, el entrevistador hace una mueca (o cualquier otro signo de comunicación no verbal), es conveniente que valores, con honestidad y poniéndote en su lugar, si tu respuesta realmente ha sido adecuada y no quieres reformularla. Si por el contrario, los nervios del momento te han jugado una mala pasada, nada mejor que disculparte y volver a formular la respuesta, quitándole hierro al asunto. El nerviosismo habitual en estas entrevistas te ha confundido por un momento.
Por otra parte, debes ser consciente de que siempre te puede tocar un entrevistador que no actúe con amabilidad, bien por su carácter o porque eso forma parte de su estrategia para poner a prueba al candidato. Para determinar qué candidatos son adecuados para el puesto y cuáles no, una de las fórmulas que a veces se usan consiste en tratar de desestabilizar al candidato para comprobar cómo responde a situaciones de presión o confrontación. Si esto ocurre, mantén la calma y responde a las preguntas de la forma más asertiva posible.
En primer lugar, la mejor forma de estar preparado es repasar tanto las preguntas comunes que te puedan hacer en una entrevista (por qué quieres cambiar de trabajo, cuáles son tus defectos, cuáles son tus expectativas salariales, etc), como las habituales dentro de tu sector. Piensa en analizar también tu recorrido profesional para así poder detectar posibles temas sobre los que te podrían preguntar.
Es importante tener claro que no todas las respuestas tienen por qué ser instantáneas. Al entrevistador le resultará comprensible que te tomes unos segundos para pensar la respuesta. Si pese a ello te quedas en blanco ante una pregunta, puedes ganar algo de tiempo para pensar: por ejemplo, puedes repetir lo que te acaban de preguntar para estar seguro de que eso es lo que te piden (“quiere que le explique cómo ascendí en mi anterior empresa, pese a no tener formación financiera, ¿verdad?”).
Y en el caso de que se trate de una pregunta a la que realmente no sabes responder, lo mejor es que seas honesto. Un sencillo “no lo sé” o “la verdad es que desconozco la respuesta” bastarán.
Sin duda, qué preguntas quieres hacer tú es lo que mejor puedes llevar preparado de casa. En una entrevista de trabajo, sobre todo para un puesto cualificado, las ganas de saber si la otra parte se adecua a lo que uno está buscando son mutuas, y de la misma forma en que el entrevistador querrá saberlo todo de ti, se supone que tú también quieres conocer mejor a la empresa que quizás te acabe contratando. No hacer ninguna pregunta denota desinterés por tu parte.
Por lo tanto, pensar algunas preguntas sobre la compañía forma parte de la preparación básica de una entrevista. Deben ser preguntas sobre la relación entre tú y la empresa y adecuadas para el puesto al que optas. Por ejemplo:
Si crees que los nervios pueden hacerte olvidar las preguntas que tenías preparadas, puedes llevarlas escritas. Es más, muchos candidatos acuden a las entrevistas con un cuaderno en el que tomar notas.
Puede que, durante la entrevista, el seleccionador opte por ser sincero contigo y exponer sus dudas respecto a tu candidatura. Ante todo, relativiza y tómatelo como algo positivo: te está dando la oportunidad de demostrarle que sí eres el candidato que están buscando. Pregunta al entrevistador exactamente sobre qué tiene dudas y trata de despejar dichas dudas hablando de tus fortalezas.
Por ejemplo, si el entrevistador te comenta que cree que tu nivel de dominio de un lenguaje de programación concreto es inferior a lo que buscan, puedes argumentar que, como ya dominas otros lenguajes, no te costaría llegar al mismo nivel en ese en particular.
Lo importante es que empatices con tu entrevistador y que asumas que nadie es perfecto (tampoco tú). Más allá de alguna duda razonable, no dudes en aprovechar este comentario para reforzar los aspectos positivos de tu candidatura.
Sea cual sea el motivo por el que, en un momento dado, tu entrevista de trabajo ha empezado a no ir tan bien como te gustaría, mantén la calma y aplica estos consejos:
Bibliografía
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