Lo vemos recurrentemente en las ofertas de trabajo:
“Se requiere capacidad para trabajar en equipo”.
En cualquier ámbito, pero especialmente en el laboral, el trabajo en grupo es una de las competencias más valoradas, ya que nos permite asumir diferentes roles y desarrollar habilidades de colaboración y comunicación. Pero ¿qué sucede cuando surgen fricciones entre los miembros de un equipo? ¿Cómo se evita que gestionar un equipo que, a priori, parecía de ensueño se convierta en una pesadilla? Trabajo en equipo: una apuesta ganadora El trabajo en equipo, como herramienta clave para el rendimiento empresarial, es una de las diez tendencias que subraya la consultora Deloitte en su informe Tendencias de capital humano 2019.
Y aunque la implantación del teletrabajo a marchas forzadas como consecuencia de la crisis del coronavirus ha supuesto un auténtico reto para los trabajadores de muchas empresas y hasta el 32% considera que el trabajo en equipo ha empeorado, sus bondades siguen siendo muchas. Cuando se trabaja en equipo, se aúnan las aptitudes de los miembros y se potencian sus esfuerzos, se disminuye el tiempo invertido en las labores y aumenta la eficacia de los resultados. Figuras de referencia como Steve Jobs, cofundador de Apple, también lo han defendido: “El trabajo en equipo consiste en confiar en que los demás harán su parte sin que tengas que vigilarlos todo el tiempo”, dijo en una entrevista. De hecho, el éxito de una empresa también se juzga por la capacidad para formar, inspirar y motivar a un equipo para que sus profesionales trabajen bien juntos.
Así lo explicaba Alexandra Andrade, directora de la consultora Spring Professional, en un artículo para la revista Harvard Deusto Business & Technology: “Los equipos motivados, ilusionados, comprometidos con el proyecto y que saben qué es trabajar en equipo son capaces de aportar ese plus. El resultado es una mayor productividad y, por tanto, una mejora en el rendimiento de las organizaciones”.
Las fricciones dentro de un grupo son inevitables y se deben, en gran medida, a la diferente percepción del trabajo e incluso a la relación particular que cada trabajador tiene con los plazos de entrega. “A veces hay personas que no saben hasta qué punto les toca hacer una tarea o no, donde están los límites de su rol. Que alguien se entregue mucho y que haya otros que no lo hagan, también se traduce en un ambiente negativo”, afirma Anna Huguet, responsable de RR. HH. en una empresa de IT con sede en Barcelona. Para ella, estas confusiones, a menudo, son responsabilidad del mánager del equipo, que es quien se tiene que encargar de definir bien las tareas, pero puntualiza: “Sentir la presión del jefe o del responsable del equipo encima es frustrante y agobiante, y también es algo que juega en contra del trabajo en equipo”. Por eso, aboga por dar libertad a las personas para tomar decisiones. De hecho, más que la figura del jefe, conviene potenciar la de líder, esa persona que acompaña y guía al equipo desde un plano más horizontal y menos jerárquico.
Ese líder del que hablamos tiene que “adquirir un rol mediador para gestionar los conflictos que se generan en el equipo y ponerlos encima de la mesa”, dice Huguet. Debe atender tanto los conflictos derivados propiamente del trabajo como los vinculados al choque de caracteres o a rencillas personales. Porque, tal y como confirma la responsable de RR. HH., también estas situaciones suponen un freno para el correcto avance del equipo:
Bibliografía
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